Inspirado en la leyenda francesa Gargantua et Pantagruel, esta icónica figura bilbaína comenzó a engullir niños y niñas allá por 1854 y, aún a día de hoy, su boca y tobogán siguen siendo sinónimo de terror para la población de menos edad.
Antonio de Echániz, más conocido como “bombero Echániz”, fue el creador de este gigante 100% bilbaíno que se caracterizaba por tener una extraordinaria corpulencia y un apetito insaciable.
La figura, que pretendía evocar la buena vida y los placeres mundanos de la misma, salió a las calles de la Villa por primera vez en el mencionado año 1854. Desde entonces, se ha comido a miles de niños y niñas en sus salidas, ha vivido varias transformaciones e incluso ha estado cerca de desaparecer.
Tras su primera salida en 1854, la enorme figura de Gargantúa continuó saliendo durante 20 años más, hasta que en 1874 fue destruido por una bomba. En las fiestas de 1897, y por aclamación popular, reaparecería el Gargantúa para, ya en 1934, crear uno nuevo de la mano del escultor Higinio Basterra. Tras una última aparición en el año 1950, este Gargantúa fue abandonado en un almacén de Deusto.
En el año 1962 volvió el icono a las fiestas y, tras otro periodo de abandono, fue reconstruido, ya de modo definitivo, para estar ligado a la Aste Nagusia bilbaína.
Dada su creciente popularidad, se crearon nuevas versiones del Gargantúa.